Nuestra consagración

Queremos ser María para el mundo y llevar a María al mundo. El Padre Kentenich comprendió que la mejor manera de cumplir esta misión para nuestro tiempo es como Instituto Secular, un nuevo tipo de comunidad en la Iglesia llamada a ser un puente entre el mundo y Dios. No somos una congregación ni orden religiosa tradicional, pero pertenecemos al estado de vida consagrada en la Iglesia y, como tal, nos consagramos totalmente a Dios, prometiendo vivir una vida de pobreza, virginidad y obediencia.

El contrato-consagración

El Padre Kentenich quería que, como Instituto Secular, nos esforzáramos por la santidad con los mismos medios que están a disposición de los laicos – de todos – en la Iglesia. Por eso, no hacemos votos públicos. En su lugar, sellamos un contrato-consagración. Así podemos ser un modelo para los laicos y ayudarles a ver que es posible aspirar a la santidad sin la ayuda y la protección del voto. Para nosotras, nuestra consagración a María en la Alianza de Amor contiene la promesa de vivir una vida de pobreza, virginidad y obediencia. María se convierte en la guardiana de nuestra vocación, es la que asegura nuestra fidelidad.

Junto con esta consagración mariana, firmamos un contrato con la comunidad. En el contrato prometemos obediencia a la comunidad y fidelidad a nuestro contrato-consagración. Durante los años de formación, las Hermanas firman el contrato por un tiempo limitado, al igual que los religiosos hacen un voto temporal. Al final de ese tiempo de formación, firmamos nuestro último contrato, prometiendo ser fieles para siempre.

Un estilo de vida mariano

Nuestra consagración mariana conlleva un estilo de vida mariano. La promesa de vivir los consejos evangélicos que hacemos a través del contrato-consagración se vive de forma marcadamente mariana. María fue la discípula perfecta de Jesús, siguiéndolo más de cerca que ningún otro ser humano. A través de su ejemplo, tal como lo encontramos en la Sagrada Escritura, aprendemos cómo seguir a Cristo más de cerca en la pobreza, la virginidad y la obediencia.

Una vida de pobreza

Nuestra pobreza es mariana. Así como Cristo mismo fue la riqueza de la Santísima Virgen, también debe ser Él toda nuestra riqueza. Una sencillez femenina marca nuestro estilo de pobreza, la cual es también apostólica. Como comunidad poseemos todo lo necesario para nuestro trabajo y apostolado entre la gente de nuestro tiempo, pero nos esforzamos por independizarnos interiormente de esas cosas.

Una vida de virginidad

Nuestra virginidad es mariana. La Santísima Virgen María, concebida sin pecado original y llena de gracia, es nuestro modelo. Nuestro Fundador ha querido que veamos la virginidad no sólo como la renuncia al matrimonio, sino también como la elevada meta de reflejar los rasgos de la Inmaculada, en la medida en que esto sea posible para nosotras como seres humanos aquí en la tierra.

Una vida de obediencia

Nuestra obediencia es mariana. María siempre estuvo abierta y receptiva a la voluntad del Padre, la cual descubrió a través de las personas, las cosas y las situaciones. Estuvo siempre dispuesta a obedecer los deseos de Dios con gran amor y generosidad. Este es el nivel de obediencia que nosotras también queremos alcanzar: No preguntar, “¿Qué tengo que hacer?”, sino, “¿Cómo puedo darle alegría al Padre?”

Intensa formación espiritual

Debido al alto grado de libertad interior y generosidad que requiere nuestra vocación, es parte de la estructura de nuestra comunidad que sus miembros reciban la mayor formación espiritual posible – no sólo durante los tiempos oficiales de formación, sino a lo largo de nuestra vida como Hermanas. Por lo tanto, dedicamos el máximo tiempo y esfuerzo a asegurar

  • que crezcamos más profundamente en nuestra espiritualidad, en una relación personal con Dios, en el conocimiento de nuestra fe y de Schoenstatt
  • que nos motivemos e inspiremos mutuamente en nuestro esfuerzo por la santidad
  • que cultivemos una vida comunitaria fecunda y alegre que eleve nuestro ser al mundo espiritual y sobrenatural.

Esta formación espiritual está destinada a salvaguardar y aumentar nuestra libertad interior para que podamos permanecer fieles a nuestro contrato-consagración.