«…El miedo me hace retroceder; ¡con el amor no sólo avanzo, sino que vuelo!». (Santa Teresita de Lisieux, Historia de un alma, p. 196) Estas palabras de Santa Teresita podrían aplicarse fácilmente a la Hna. M. Emilie Engel, cuyo día de bautismo celebramos el 8 de febrero. Ella experimentó ambas realidades: por un lado, un miedo y una ansiedad paralizantes que la llevaron a encerrarse en sí misma, y por el otro el poder liberador y transformador del amor, que dio alas a su alma y le permitió volar directamente al corazón de Dios.
De niña y durante su juventud, Emilie luchó contra una ansiedad muy arraigada y contra el miedo a Dios. No fue hasta que conoció al P. José Kentenich y lo eligió como su director espiritual que este miedo empezó a perder lentamente el control de su alma. En el P. Kentenich experimentó el reflejo del Dios Padre misericordioso y así, poco a poco, su imagen de Dios empezó a cambiar de la de un juez exigente, que exige la máxima perfección de sus criaturas, a la de un Padre amoroso, que no ama menos a sus hijos por sus debilidades, al contrario: estas mismas debilidades atraen sobre ellos su misericordia en abundancia.
«No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor». (1 Juan 4:18) La Hna. M. Emilie descubrió la profunda verdad de estas palabras. Cuanto más crecía en la comprensión del tierno amor de Dios por ella personalmente, como su hija más amada, más florecía a su vez su amor por Él, y este amor no dejaba lugar para el miedo que había dominado su alma durante tanto tiempo. A través del amor, se liberó del miedo que la había atado durante tanto tiempo.
¿Y nosotros?
Cuando luchamos contra el miedo y la ansiedad, ¿qué hacemos con ellos? En primer lugar, es importante no fingir ante Dios que no tenemos miedo, que el miedo no existe o no nos afecta. Él es nuestro Padre. Él nos conoce. ¿Por qué, si no, aparecerían tan a menudo en la Biblia las palabras «No tengáis miedo»? Él sabe que el miedo y la ansiedad forman parte de nuestra humanidad. Y, sin embargo, no quiere que nos quedemos ahí. Quiere que nos enfrentemos al miedo y lo superemos, pero no solos. Con él. «No temas: yo estoy contigo; no te angusties: yo soy tu Dios. Te fortaleceré, te ayudaré, te sostendré con mi diestra victoriosa». (Isaías 41,10) Esta fue la realidad que el P. Kentenich ayudó a la Hna. M. Emilie a ver y a experimentar. Dios, su Padre amoroso, estaba esperando que ella acudiera a él como su pequeña hija, que le entregara sus temores, que hablara de ellos con él y que los pusiera en sus manos, confiando en que él cuidaría de ella.
Por supuesto, sabemos que del dicho al hecho hay un largo trecho. Como le ocurrió a la Hna. M. Emilie, el viaje del miedo a la libertad no se hace de la noche a la mañana. Pero Dios quiere conducirnos a esa libertad, a un amor y una confianza más profundos en Él, como hizo con la Hna. M. Emilie.
Entonces, ¿de qué tienes miedo? ¿Qué te angustia hoy? Ponle nombre. Y llévaselo a tu Padre celestial. Él te espera. Te ama más que a nadie en esta tierra y quiere ayudarte a crecer en el amor y a expulsar de tu corazón las sombras del miedo. Aprendamos de la Hna. M. Emilie y acudamos a ella en busca de ayuda, pidiéndole que interceda por nosotros la gracia de realizar en nuestras propias vidas las palabras de San Juan: «No hay temor en el amor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor».