Dios te salve, María, por tu pureza…

Hna. María Palmer

Dios te salve, María

por tu pureza

conserva puros mi cuerpo y mi alma;

ábreme ampliamente tu corazón

y el corazón de tu Hijo;

Implora para mí un profundo conocimiento de mí mismo

y la gracia de perseverar

y permanecer fiel hasta la muerte.

Dame almas, confíame a las personas

y todo lo demás tómalo para ti.

Amen.

Hoy queremos rezar con el P. Kentenich esta oración. Y, para hacerla muy nuestra, queremos explorar su contenido y conquistar su sentido en toda su profundidad.

El Autor: El Jóven José Kentenich

El P. Kentenich mismo da testimonio de ser el autor de la misma en una ocasión:

«Esta es una pequeña oración que compuse cuando era niño. Siempre me arrodillaba para rezarla». (13 de julio de 1947)

No sabemos exactamente la edad en que la oración fue compuesta, pero si sabemos que fue a temprana edad.

El mismo P. Kentenich dijo:

«Mi alma estaba destinada a permanecer lo más intocada posible por las influencias externas, especialmente por la influencia de los seres humanos, para que cada fibra de mi ser pudiera permanecer receptiva a la verdadera maestra de mi vida, a su poder formativo y a su sabiduría educativa. Me refiero a la Virgen. Ella ha desempeñado este papel en mi vida no sólo en un pasado reciente o más lejano… es difícil precisar el momento exacto a partir del cual me he considerado y apreciado como su obra e instrumento. El proceso puede remontarse a mi primera infancia…». (Kentenich Reader I, citado por el P. Jonathan Niehaus, ed., p. 19)

Un Evento Importante en la Vida

Los biógrafos del P. Kentenich también hablan de un suceso en la vida del P. Kentenich que muy bien puede haber influenciado el tono de alabanza, petición y entrega que revela la oración de manera sencilla pero clara.

El P. Monnerjahn, primer postulador de la causa de canonización del P. Kentenich y autor de su biografía titulada, José Kentenich, Una Vida para la Iglesia, nos habla sucintamente de un evento en la vida del P, Kentenich en abril de 1984 que nos deja entrever el alma del autor de tan profunda oración.

«En abril de 1894, José Kentenich se trasladó de Gymnich al orfanato de San Vicente en Oberhausen. Su madre lo llevó ella misma. Su corazón debió estar profundamente afectado en esta ocasión. Antes de dejar a su hijo en el orfanato, fue con él a la capilla de la casa. Allí se encontraba ante una estatua de la Virgen. Quería encomendar a María el cuidado y la sabia educación del niño que ya no podía tener con ella. Como muestra de la seriedad de su intención, colgó del cuello de la estatua una cruz y una cadena de oro, regalo de su madrina en su primera comunión. No es necesario imaginar cómo los sentimientos y las acciones de su madre hablaron al hijo. No sólo quedó profundamente impresionado por la sincera acción religiosa de su madre, sino que él mismo realizó un acto de consagración a la Madre de Dios; su profundidad y significado sólo se revelaron con el paso de los años y las décadas.»

El P. Monnerjahn cita el propio testimonio que dio el mismo P. Kentenich sobre esta consagración de su niñez, el cual se expresó en la oración «Dios te salve, Maria, por tu pureza»:

«Cuando tenía más de setenta años, el Padre Kentenich podía mirar hacia atrás, a su abundante y rica vida y obra, y decir que la semilla de toda su vida fue sembrada en esta consagración del 12 de abril de 1894. Evidentemente, la Santísima Virgen aceptó la consagración del niño y de su madre, de modo que a partir de entonces su vida estuvo exclusivamente bajo su protección y, por tanto, bajo la influencia de la gracia divina». (P. E. Monnerjahn, José Kentenich, El acontecimiento de abril de 1894, Una vida para la Iglesia, pp. 17-18)

Las raíces marianas del Padre Kentenich

En el libro, Mother Thrice Admirable, An Introduction to the Mariology of P. Joseph Kentenich, al hablar de las raíces marianas del Padre Kentenich, los autores afirman:

«Durante su infancia, se desarrolló lentamente en su interior una breve oración, que más tarde plasmó en esta forma latina:

Ave, Maria, puritatis tuae causa custodi animam

Meam et corpus meum,

Aperi mihi cor tuum et cor Filii tui;

Da mihi animas et cetera tolle tibi.

Dios te Salve, María por tu pureza, consérvame puro en cuerpo y alma.

Ábreme ampliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo. Dame almas y toma todo lo demás para ti).

Esta oración, junto con su consagración mariana cuando tenía 9 años, constituyeron los pilares de su devoción y misión en la vida.» (Mother Thrice Admirable, An Introduction to the Mariology of Fr. Joseph Kentenich, Sr. M. Danielle Peters and Fr. John Larson, Marian Press, Stockbridge, MA, 15-16)

Una Alianza de Amor

Años más tarde, el P. Kentenich reflexiona sobre la trascendencia de esta oración y concluye que fue la primera expresión de lo que se convertiría en el fundamento de la espiritualidad de Schoenstatt: la Alianza de Amor. En ella vemos los elementos de la antigua alianza en las Sagradas Escrituras:

-los contrayentes de la alianza: el P. Kentenich representando el mundo natural y la Santísima Virgen representando el mundo sobrenatural

-el lugar de la alianza: el corazón de Jesús y de María

-la prueba antes de sellar la alianza: un profundo conocimiento de sí mismo

-las exigencias: la perseverancia y la fidelidad hasta la muerte

-la promesa: las almas que conducir de la mano de María, por Jesús en la fuerza del Espíritu Santo, al Padre Celestial

La esencia del contenido de esta alianza como expresa la oración es el amor. Hay un dicho que dice: Si quieres conocer a una persona a profundidad, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama. Podemos concluir que esta oración nos revela lo que el P. Kentenich ama. Veamos la oración.

«Dios te salve, María…»

El Padre Kentenich amaba a María.

«por tu pureza conserva puros mi cuerpo y mi alma…»

¡El Padre Kentenich amaba la pureza!

«… ábreme ampliamente tu corazón

y el corazón de tu Hijo…»

¡El Padre Kentenich amaba a Jesús y a María!

«Implora para mí un profundo conocimiento de mí mismo…»

¡El Padre Kentenich amaba la verdad!

«y la gracia de perseverar

y permanecer fiel hasta la muerte…»

¡El Padre Kentenich amaba la fidelidad!

«Dame almas, confíame a las personas

y todo lo demás tómalo para ti.

¡El Padre Kentenich amaba las almas!

Haciendo nuestra su oración

¡Oh, si pudiéramos rezar como el Padre Kentenich…! Entonces haríamos de su oración nuestra oración por nuestro amor a Jesús y a María, por el anhelo por conservar nuestra pureza, por desear conocer la verdad sobre nosotros mismos y por querer ser instrumento de salvación para las almas que dependen de nosotros para ser mejores, más felices y más santas.

Dios te salve, María

por tu pureza

conserva puros mi cuerpo y mi alma;

ábreme ampliamente tu corazón

y el corazón de tu Hijo;

Implora para mí un profundo conocimiento de mí mismo

y la gracia de perseverar

y permanecer fiel hasta la muerte.

Dame almas, confíame a las personas

y todo lo demás tómalo para ti.

Amen.