Fechas límite. Presiones del trabajo y el estudio. Diversión y obligaciones familiares. Compromisos y expectativas sociales. Sueños y esperanzas. La lista es interminable. ¿Cómo compaginamos todo esto? A los ojos del mundo, se espera que vivamos nuestras vidas «al máximo», lo que a menudo incluye tener multitud de compromisos, amigos en redes sociales, un trabajo o dos, etc. etc. etc.
Esta realidad nos afecta a todos, la realidad del «ajetreo». Nuestras agendas y nuestras vidas están llenas hasta los topes de responsabilidades y actividades. Y entonces, de repente recordamos: Oh, hay un aspecto más que añadir a la lista anterior… encontrar mi vocación. Mi vida ya es abrumadora y confusa de por sí; ¿cómo encaja eso en el panorama?
No hay que preocuparse: ¡Dios nunca nos pide lo imposible! Pero tendremos que dar un paso atrás y hacer una pausa, algo que nuestro mundo tiende a desalentar. ¿Te has preguntado por qué? Cuando nos damos la oportunidad de descansar del ajetreo y de bloquear el «ruido» del mundo, de repente tenemos más posibilidades de escuchar a Dios, que nos habla en nuestros corazones y en las personas, lugares y acontecimientos que nos rodean. Mucha gente ve este «ajetreo» como un truco del demonio, que parece distraernos y sobreestimularnos con cosas del mundo, con el preciso propósito de que la voz de Dios quede fuera de nuestros corazones.
Nunca es demasiado tarde para darle a Dios la oportunidad de hablar. Si estamos sinceramente preocupados por incluir nuestro discernimineto en el «malabarismo» diario, una buena manera de empezar es simplemente reservando un tiempo para la reflexión en silencio. Este tiempo es crucial para el discernimiento, ya que nos aleja de las distracciones del mundo, a la vez que da a Dios la oportunidad de hablarnos. Si nos tomamos en serio este tiempo, puede sorprendernos cómo él responde a nuestras preguntas. Siempre está intentando llamar nuestra atención, pero por desgracia no solemos reconocerle.
La Sma. Virgen es un modelo para nosotros de cómo tener una conversación tranquila con Dios. Podemos imaginar que estaba en oración cuando el ángel Gabriel le pidió su «sí» a la voluntad de Dios. Y como estaba tan en sintonía con la voluntad de Dios, dijo pronta y libremente: «Fiat», ¡Hágase!». Dirijámonos a ella en nuestra búsqueda vocacional, y pidámosle que nos ayude a escuchar la voz de Dios.