Un tesoro escondido en «medio de la nada»

por la Hna. María José Sousa

Hacia el final de mi segundo año de Escuela Superior, compartí con mis amigos que iba a viajar a Milwaukee, Wisconsin, durante parte de mis vacaciones de verano. Mis amigos me miraron con escepticismo y preguntaron: «Milwaukee, ¿qué hay que hacer en ‘medio de la nada’?»

Sí, para mucha gente de fuera del Mediano Oeste, un destino como Milwaukee suena poco emocionante -quizá con la excepción de algunos amantes del queso, las salchichas o la cerveza…

Pero para los schoenstattianos, la palabra Milwaukee les abre todo un mundo.

¿Por qué Milwaukee?

Nuestro fundador, el Padre José Kentenich, vivió en Milwaukee durante casi catorce años (1951-1965). Fueron años difíciles porque se había exiliado de Schoenstatt y no podía trabajar para el movimiento que Dios le había llamado a fundar.

Los años de Milwaukee, como los llamamos, fueron ciertamente un tiempo de prueba para la Familia de Schoenstatt, pero también un tiempo de gran fecundidad. Por eso, visitar los lugares en los que nuestro fundador vivió y trabajó durante tantos años y escuchar los testimonios de quienes experimentaron su extraordinario carisma paternal, inspira a las personas a descubrir la mano amorosa de Dios no sólo detrás de esta desafiante parte de la historia de nuestro movimiento, sino también detrás de las incomprensiones de sus propias vidas personales.

Desde hace años, nuestras Hermanas establecidas en Wisconsin acogen a peregrinos de todo el mundo que desean descubrir las huellas de nuestro fundador y dejar que los lugares históricamente significativos hablen por sí mismos.

Emprendiendo una peregrinación de Florida a Milwaukee

Tal anhelo fue lo que movió a veintinueve familias que viven en Florida a pasar su fin de semana del Día del Trabajo en Wisconsin este año. Así, del 3 al 5 de septiembre, nuestras hermanas recibieron con gran alegría a los noventa y siete peregrinos (29 matrimonios y 39 niños y jóvenes de 1 a 23 años) en nuestro Centro Internacional de Schoenstatt en Waukesha.

Fue un fin de semana lleno de muchas alegrías naturales y sobrenaturales. Aunque dos días parecieron muy poco tiempo para transmitir la riqueza de nuestros lugares históricos, los peregrinos recibieron con el corazón abierto todo lo que se les ofreció: charlas, reflexiones, recorridos por nuestros lugares, testimonios de personas que experimentaron a nuestro fundador aquí en los Estados Unidos, una visita al Santuario del Exilio y a la Casa del Movimiento en Milwaukee, paseos por nuestra tierra, una comida familiar en nuestro patio trasero, juegos de frisbee y de capturar la bandera, la santa misa, la adoración, ¡e incluso un torneo de ping-pong durante nuestra noche familiar!

El ambiente familiar hizo que las gracias del santuario fueran muy tangibles. Y todos estaban agradecidos por la oportunidad de tomar un descanso de sus agitadas vidas en Miami y experimentar: «Es bueno para nosotros estar aquí».

Valió la pena…

Ciertamente, pasar el fin de semana del Día del Trabajo en «Milwaukee» podría no haber sido la opción más popular para estas familias. Pero la experiencia de la gracia hizo que valiera la pena. Se fueron con los corazones llenos y los espíritus renovados, y con el anhelo de compartir con otros en casa todo lo que habían recibido. Sobre todo, se fueron convencidos de la grandeza de nuestra misión de Schoenstatt y de la fecundidad de nuestra MTA desde sus santuarios. La vida de nuestro fundador – la forma ejemplar en que llevó las cruces que la Divina Providencia le permitió, la forma en que educó a otros con gran amor y preocupación paternal, y su gran amor por Dios y por nuestra MTA – inspiró a jóvenes y mayores a ponerse una vez más en manos de María como sus instrumentos para la renovación del mundo, en Cristo.

Dios habla a menudo a través del silencio de lo ordinario. Agradecidos, podemos dar fe de que estas familias descubrieron un gran tesoro escondido en «medio de la nada».