La Doxología del Hacia el Padre

Hna. M. Anna Astell

Con alabanza alegre

“¡Gloria al Padre!” En el cielo los santos y los ángeles dan “gloria y honor” (Apocalipsis 4:9) a Dios. Aquí en la tierra, la Iglesia comienza a unirse a ese incesante himno de alabanza en la liturgia. Después de cada salmo recitado en las horas del Oficio Divino y después de cada década del rosario, rezamos una oración corta de alabanza que conocemos desde la niñez: “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”.

El Padre Kentenich conocía, amaba y rezaba esta doxología tradicional diariamente, pero también la hizo suya escribiendo su propio “Gloria al Padre” para concluir cada una de las horas del Oficio de Schoenstatt.[1] Esta corta doxología, compuesta en diciembre de 1944, cuando era prisionero en el Campo de Concentración de Dachau, ofrece la quintaesencia de la espiritualidad de Schoenstatt que el Padre Kentenich describe como mariana, patrocéntrica, y últimamente trinitaria. El texto, aquí en traducción literal del alemán*, dice:

«Gloria sea dada alegremente al Padre / por Cristo con María, muy alabada, / en el Espíritu Santo lleno de esplendor / del universo, ahora y por toda la eternidad. Amén.[2] 

Como el tradicional “Gloria al Padre”, esta doxología se refiere a las tres divinas Personas de la Trinidad y ofrece una alabanza ilimitada a Dios. Diferente al “Gloria al Padre”, sin embargo, la doxología del Padre Kentenich está dirigida principalmente al Padre a través de Cristo, el “gran sacerdote…” (Hebreos 4:19), el “único Mediador entre Dios y la humanidad” (1 Timoteo 2:5) y el “mediador de una nueva alianza” (Hebreos 9:15). Jesús, quien rezó a su Padre, “¡Padre, glorifica tu nombre!” (Juan 12:28), es el Hijo, el Niño divino, en quien y a través de quien la creación entera le ofrece alabanza y gracias al Padre.

De esta manera, la doxología del Padre Kentenich combina elementos del tradicional “Gloria al Padre” con elementos de la Colecta utilizada en la Santa Misa después de las oraciones de petición. En la Colecta rezamos al Padre, “a través de Cristo tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén”.

La doxología del Padre Kentenich no combina simplemente elementos familiares. Esta añade sorpresivamente nuevos elementos que expresan lo que el Padre Heinz Dresbach llama “el cuádruple infinitismo”[3] de la Alianza de Amor. Honrando a María por su unión a su Hijo, Jesús, la doxología añade el santo nombre de María a los de las tres Divinas Personas. Por Cristo con María, la gloria dada al Padre en el Espíritu Santo alcanza la altura de la Trinidad y la profundidad de la entrega humana en el sufrimiento y la muerte, la anchura de la caridad evangélica extendida a todas las criaturas, y la longitud de una fidelidad interminable.

El Padre Dresbach, prisionero y compañero del Padre Kentenich en Dachau, da testimonio de la originalidad de la doxología del Padre Kentenich. No satisfecho con su primer boceto, el Padre Kentenich revisó la oración para producir el hermoso texto que hoy leemos en el Hacia el Padre, el libro de oraciones de Schoenstatt. “El texto debe de haber sido ciertamente su creación”, recuerda el Padre Dresbach.[4]

“Gloria sea dada alegremente”. 

La sola palabra “alegremente” añade un elemento afectivo a la formulación dogmática de la doxología. San Agustín enseñaba que la alegría es descansar en la posesión de un bien. En la fuerza de la Alianza de Amor, el hijo / la hija descansa en la posesión del Padre y de la Madre a quien se ha entregado completamente. El Padre y los hijos se pertenecen en tal grado que nada en la tierra tiene el poder de separarlos, de robarles su alegría. En penas y en alegrías, el hijo / la hija se deleita en lo que el Padre envía, y descubre en la cruz un tesoro especial.

En Schoenstatt tal actitud resulta al vivir lo que se llama la inscriptio cordis in cor, corazón en corazón con el corazón de María inmaculado, traspasado por la espada. El Padre Dresbach relata que el Padre Kentenich le preguntó: “¿Dónde se encuentra la inscriptio en este verso?”[5] Entonces apuntó a la palabra “alegremente” y explicó: “La alegría a la que se refiere aquí, y que uno siempre puede tener, es el efecto de la inscriptio. Allí es donde se encuentra”.[6]

“al Padre”.

Como Jesús les enseñó a sus discípulos a rezar “Padre nuestro”, el Padre Kentenich nos condujo a buscar, amar y servir al Padre como sus hijos amados. Desear que se le dé gloria alegremente al Padre es pedir para que el nombre del Padre sea santificado y para que venga el reino del Padre.

“por Cristo con María”.

El Padre Kentenich ve a María como inseparable de Jesús, como su constante ayudante en toda la obra de nuestra salvación. Estando de pie bajo la cruz de su Hijo, María “llena de gracia” se convirtió también, por Cristo, en la medianera de gracias para todos nosotros. La naturaleza humana que le dio a su Hijo le une a ella, y a ella a él, para siempre.

“María, muy alabada”.

Al incluir una alabanza a María en la gloria dada a Dios Padre, el Padre Kentenich enseña que el alma de María, que se regocija en el Señor, su Salvador, magnifica al Señor (ver Lucas 1:46-47); su santidad le da gloria al Padre, quien la modeló como nueva creación, “llena de gracia”.

“en el Espíritu Santo lleno de esplendor”.

El lenguaje con el cual la doxología alaba al Espíritu Santo hace eco a la alabanza a María: “…muy alabada, …lleno de esplendor”. El esplendor del Espíritu Santo brilla con la gloria del Padre, con la belleza del Hijo transfigurado en el Monte Tabor, con el amanecer de una nueva creación que comenzó con Jesús y María. Bajo la sombra del Espíritu Santo en la hora de la Anunciación, María es el instrumento único del Espíritu Santo para traer la vida de Cristo al mundo.

“del universo”.

Todo el cosmos, todo lo creado por Dios, todo lo hecho por el hombre y la mujer, está hecho para glorificar al Padre. San Ignacio de Loyola les enseñó a sus seguidores a buscar la mayor gloria de Dios en todo. San Francisco de Asís en su “Cántico de las criaturas” llama al sol, a la luna, y a las estrellas a cantar un himno exultante al Creador. El Padre Kentenich enfatiza de manera similar una “santidad de la vida diaria” que glorifica al Padre a través de la vinculación profética a las personas, los lugares, las tareas, y las cosas.

“ahora y por toda la eternidad. Amen”.

Para el Padre Kentenich, esta frase final traduce la expresión en latín in saecula saeculorum (literalmente traducida: “por los siglos de los siglos”). Somos criaturas que vivimos en el tiempo, somos “seculares”, y moriremos, pero estamos destinados a vivir “por toda la eternidad”. El alabar al Padre en el aquí-y-ahora, viviendo en la presencia del Padre y bajo su mirada amorosa y paternal, nos permite experimentar una colonia del cielo ya aquí en la tierra, para comenzar un cántico de alabanza que nunca terminará.

Ya en mi noviciado, en mi comunidad de las Hermanas de María de Schoenstatt, me enamoré de esta doxología. Le puse música siguiendo el texto poético parafraseado por el Padre William Brell en inglés, y la cantaba mientras paseaba por los campos y los bosques de robles del Centro Internacional de Schoenstatt en Waukesha, Wisconsin. El escribir esta meditación me ha ayudado a recordar la melodía que compuse e incluyo abajo. ¡Te deseo, querida lectora, mucha alegría al alabar al Padre!


[1] El Oficio de Schoenstatt adopta los principales temas litúrgicos del Breviario Romano y los aplica a nuestro mundo original de valores. Se puede rezar antes de la hora canónica correspondiente como una oración preparatoria, y también puede ser usada separadamente como un oficio por si sólo.

[2] P. José Kentenich, Hacia el Padre: Oraciones para el uso de la Familia de Schoenstatt, trans. P. Joaquín Alliende (Santiago de Chile: Editorial Patris, 1985), 59-73.

[3] Citada en P. Jonathan Niehaus, Brushstrokes of a Father, Volume 3 (1939–1945): Tested by Fire (Vallendar: Schoenstatt Fathers, 2011), 247.

[4] Ibid.

[5] Ibid., 248.

[6] Ibid.

* La traducción oficial en castellano dice:

El universo entero con gozo glorifique al Padre,

le tribute honra y alabanza

por Cristo con María en el Espíritu Santo,

ahora y por los siglos de los siglos. Amén.