Una Experiencia Misionera

Hermana M. Paula Van Thienen

Aventurarse con un corazón abierto

A principios de este año, tuve la bendición de acompañar a un grupo de universitarias en un viaje misionero a la República Dominicana. Después de algunos meses de anhelante preparación, llegamos a la ciudad de La Victoria, donde las Hermanas de María viven junto al Santuario y donde están involucradas en varios proyectos sociales. Cuatro jóvenes participaron en el viaje: tres de la Universidad de Wisconsin-Madison y una de Chippewa Valley Technical College en Minnesota. Algunas habían aprendido español a lo largo de los años; otras se lanzaron al viaje sin hablar el idioma, pero con el afán de aprender y de servir. Por ser nuestra primera experiencia, era difícil saber qué expectativas podíamos tener de este viaje, así que fuimos con un corazón abierto a lo que la providencia de Dios nos tuviera preparado. Ahora, al estar de regreso, podemos decir: ¡Dios nos ha bendecido con una experiencia inolvidable!

Servir a los pobres y aprender de su riqueza

Una de las principales actividades del programa fue el voluntariado en el Centro de Nutrición Niño Jesús que las hermanas dirigen en La Victoria. Los niños tienen entre 8 meses a 6 años de edad. Con la situación del Covid, no sabíamos si los niños iban a poder asistir al Centro, pero con el paso de los días llegaban más y más niños. Fue una alegría ayudar allí y pasar tiempo con ellos.

Por las tardes, tuvimos la posibilidad de visitar a las familias de algunos de los niños del Centro. Allí pudimos verlos en sus propios hogares, llevarles algunos alimentos y juguetes, y rezar una oración con ellos y sus familias. Ciertamente fue impactante visitar algunas de las zonas más pobres de la ciudad, y ver cómo en medio de las dificultades y la pobreza, muchas de las personas poseen la gran riqueza de la fe. Al ver esto, una de las jóvenes comentó: «Aquí se ve la pobreza material en medio de mucha riqueza espiritual. En nuestro país, de donde venimos, se ve pobreza espiritual en medio de la riqueza material…». Es sin duda un despertar a no dar por sentado lo que tenemos, y a recordar que las cosas materiales no aseguran nuestra felicidad. Sólo la fe profunda en Dios y la apertura a su amor pueden satisfacer plenamente al corazón humano.

…Y también un poco de diversión

Además de la parte misionera de la experiencia, tuvimos la oportunidad de conocer un poco de la cultura, la historia y los hermosos paisajes de la República Dominicana. La música animada con tambores, la bella vista del océano, los monumentos coloniales, las tradiciones, las comidas típicas y el estilo de vida – todo da testimonio del tono rico, vibrante y colorido que caracteriza al país.

Damos gracias a Dios por esta gran oportunidad, y esperamos que este viaje se repita en el futuro, ¡para que muchas jóvenes puedan beneficiarse de esta experiencia única y hermosa!